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«Señor Dios, refugio, fortaleza y valor. Mira el desamparo, la fragilidad y la cobar– día del hombre. Y dale a este anciano -sier– vo tuyo- el reposo anhelado. Que se vea libre de las penas. Y que pueda alegrar esos ojos, tan grandes y tan tristes, con tu mirada y con tu calor». Las llamas del retablo ocultan un rostro de mu– jer. Conozco también a esta mujer. Sufrió persecu– ción por la justicia. Sabía que el reino de Dios -estaba en el interior. Vivió para adentro, adorando la realidad de Dios presente, taladrando los pen– samientos y desentrañando los deseos. Se supo ha– bitada de Dios, inmersa en Dios, como una espon– ja. Pero no tuvo la generosidad que Dios le pedía. No supo vencer aquellos resabios de espíritu mundano. Y se dedicó a servir ali mundo con ex– •Cesivo entusiasmo. Protestó contra los hombres sin cuidarse de hacerlos mejores. Estuvo más a lo suyo ,que al servicio de la caridad para con el prójimo. Era piadosa, pero sabía alternar sin escrúpulos los ratos de Dios y los ratos de· sus caprichos. Juzgaba -con demasiada suficiencia al mundo y con poca caridad a sus hermanos. Ha venido al purgatorio porque Dios es misericordioso. 113

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