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En este mes de noviembre que tiene sed de cielo y asciende alto en fa aguja verde del ciprés es cristiano pensar en los que «se durmieron en el Señor». A pesar de la melancolía, hay que em– papar el pensamiento con las figuras católicas de la eternidad. No sólo por el valor ascético dé la contemplación del más allá, que hizo santos, sino por misericordia. La solidaridad es un deber social y mí-stico para el cristiano. De morfo que la nos– talgia, la acidez y el resquemor del contemplativo deben dejar su puesto a la caridad para con los hermanos. El «cuadro» de este Crucero de Animas es nostáilgico: nos empuja al recuerdo de una amis-: tad que humanamente terminó con la despedida en el camposanto. El pensamiento de la eternidad es ácido, como una fruta verde: es más cómodo despreocuparse y darse a la vida frívola de los sen– tidos. La eternidad quema y requema muchas ilu- 107

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