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tu blancura perfecta. Que el demonio protesta por tu gracia total. Pero. .. eres tan santa, que te ele– vas por encima de nuestras realidades cotidianas, «pulcra como la 1una, elegida como el sol, terrible como un ejército preparado •para la '1.ucha». Dinos, ¿qué sientes cuando te llamamos vida, dulzura, esperanza? -Esas son :palabras de mi mundo. No olvides que he sido una mujer. Elegida, pero sacada del barro. Madre de Dios. Pero elev,ada desde la hu– m:irldad de una a'ldea. En el cielo no he olvidado el lenguaje de la tierra. Una mujer tiene capacidad inmensa para compadecer, pero es casi nula su resistencia cuando se trata de olvidar. »Cuando me llamas vida, me haces vivir de nuevo mi «vocaión» de madre. Es verdad que Dios es el creador de la vida. Pero es también verdad que yo soy la encargada de repartir la vida. Un día me habitó Dios por amor. Le pedí la vida. Su Corpus sintió el calor de mi carne. Al hombre le engendré con místicas canciones dolorosas. Has nacido de mi dolor. A Dios lo engendré y le dí a luz sin dolor. El hombre me costó estas siete es– padas. Quizá bastaba una para «cumplir», mas a una madre no le hables de «cumplimientos» . »Cuando me llamas dulzura, noto que el co- 98
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