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Otra vez la muJer "Dichoso el marido de una mujer buena: se do– blarán los a11os de su 1>ida. La mujer hacendosa ha– ce prosperar al marido, él cumplirá sus días en paz. La mujer buena es un buen partido que recibe el que teme al Sefíor: sea rico o pobre, estará contento y tendrá cara alegre en toda sazón". (Eclesiástico 26, 1-4). Otra vez nos vuelven hablar las lecturas bíblicas de la mujer. Cosa muy lógica porque llena medio mundo y el mundo entero de muchos hombres. Se ha dicho que a la mujer la crearon entre Dios y el hombre. Porque el hombre no se ha cansado de crear y re– crearse con la mujer. Muchas de las ideas que tenemos sobre la mujer, son pensamientos del hombre. Tagore, en uno de sus poemas dice así. "Mujer, no eres sólo obra de Dios; los hombres te están crean– do eternamente con la hermosura de sus cornzo,1es, y sus ansias han vestido de gloria tu juventud. Por ti labra el poeta su tela de oro imaginario; el pintor rega– la a tu forma, día tras día, nueva inmortalidad. Por adornarte, por vestirte, para hacerte más preciosa, el mar da sus perlas, la tíerra su oro, su :flor los jardines del estfo. Mujer, "e:res mitad mujer y mitad sueiio". Ciertamente que el mundo estaría huérfano, medio deshabitado, y la literatura resultaría insulsa si faltasen las mujeres. Pero las mujeres tam.bién han creado al hombre. Y según la Íectura de hoy la mujer buena prolonga la vida del hombre. Ha– bría que pensar por qué hay tantas viudas. Dejando todo lo que el libro del Eclesiástico dice sobre la mujer mala, la lectura se fija únicamente en lo que dice sobre la mujer buena: que da vida, paz y alegría al marido. Dan vida. Aristóteles decía que las mujeres eran como la tie– rra donde se arroja la semilla, y no hadan nada más. Hoy bien sa– bemos la parte activa que tienen en el principio de la vida. Cómo ellas están vinculadas a la vida de los hombres. Cuando se trata del hogar, ese hogar donde el marido quiere vivir como un rey, ella es 90

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