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La unión "Mi amado es para mí y yo para él". (Cantar de los Cantares, 2, 16.ª). Y llegó el amado. Una canc10n inglesa, tambión de amor, co– mienza así: "El amor llamó a la puerta". Estaría mejor diC'ho: "La encuentra abierta". El secreto no está en darse sino en saber dar– se. A su debido tiempo. También escribió otro inglés: "Ama mode– radamente, que es como amar el amor duradero. Tan a tiempo lle– ga quien va muy aprisa como aquel que va muy despacio" (Sha– kespeare). Que aunque echemos imaginación al as'J.nto no nos sal– gamos de la realidad de las cosas. El gran poeta Rainer M.ª Rilke, canta el encuentro de esta ma- nera: "¿Cómo sujetar mi alma para que no roce la tuya? ¿Cómo arrastrada lo bastante lejos, por encima de ti, hacia otras cosas?" Quisiera cobijarla bajo cualquier objeto perdido, en un rincón extraño y rnwfo donde tu estremecimiento no [pudiera esparcirse. Pero todo cuanto nos toca, a ti y a mí, nos reúne. Lo mismo que una arqueada extrae de dos cuerdas, una so– [fa voz. ¿ Y qué manos nos pulsa, formando este sonido? ¡Oh dulce canción!" En el Cantar de los Cantares hay un diálogo de canciones. Pe– ro llega el momento cuando las dos voces se unen. Es una melodía sostenida, unísona. Pero no siempre pr1ede estar así. El amor, como todas las cosas del mundo, como todos los sentimientos, evoluciona progresivamente. Nac,e de una atracdón, prende en un deseo, se aviva con la simpatía, aumenta con el trato y algunas veces lo esti– mulan las dificultades.. Al ver tantas parejas que unen sus manos junto a un altar, que se ofrecen y toman posesión mutuamente, fielmente, para '1as ale– grías y las penas, la salud y la enfermedad", uno siente pena que eso pueda terminar como tantas veces ha terminado la comedia del 84
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