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La espera "La voz de mi 1!mado. Mirad: ya viene, saltan– do por los montes, brincd._ndo po,· Zas colinas; mi Amado es una gacela, es como 1ui cervatillo. Mirad: se ha parado detrás de mi tapia; atisba por las ventanas, observa por las rejM:. Mi Amado me habla así: "Levántate, Amada mía, hermana mía, ven a mí. Paloma mía que ani– das ,en los huecos de la peña, en las grietas del ba– . rranco, déjame con tu figura". (Cantar de los Can– tares, 2, 8-10, 14). El Cantar de los Cantares, o cáo.tico por excelencia, ha tenido --y tiene- diversas interpretaciones: La alianza y el amor de Yavé por Israel, el pueblo elegido entre todos los pueblos del mundo. Los amores entre Dios y el alma. Como nn comentario de este poema, transportado al amor místico, son los versos de S. Juan de la Cruz: "Buscando n1is arnore3, ne por esos montes y riberas; ni cogeré las flores, ni temeré las fieras, y pasaré los fuertes y fronteras". Y por fin una interpretac:ión, antigua y moderna, que nos dice que el Cantar de los Cantares no hac.e nada más o_ue recoger los cánticos o poemas que se recitaban en l¡¡i.s bodas orientales. Bodas que se hacían con un tipismo y rito espe~ial. El novio iba en busca de la novia que le esperaba anhelante y enamorada. Bodas que du– raban o se celebraban durante varios días, que eran como una luna de miel. Es, en realidad, un epitalamio. Al incorporar el ritual, de matrimcnio este canto entre sus lec– turas quiere establecer una relación er:tre este poema y el amor de los recién casados. Una cosa es cierta: que el Cantar de los Cantares es un libro sagrado. Que es una serie de poemas. Que aunque no se mencione ni una sola vez a Dios, El está presente como ur:a música de fondo. 82
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