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res tardías, las rosas del otoño; :no son las flores del amor, son las flores del deber, cultivadas con lágrimas de resignación, con aro- ma del alma, con algo eterno". , Estas citas, y no precisamente de curas, dan autoridad a algo que la vida nos dice que es así. A los protagonistas y a los que so– mos meros espectadores. Quizá a los espectadores mejor. Porque lo ven con ojos más imparciales y con mejor perspectiva. Los tiempos han cambiado mucho, pero en esto no. Quizá ahora haya más separaciones matrimoniales, más divorcios. Se desearía el pleno divorcio en muchas ocasiones. .La Iglesia ha dicho su pala– bra, que es la misma de Cristo: "Lo que Dios ha unido no fo iSe– pa:re el hombre". Pero tenemos que reconocer que el divorcio no deja de ser un fracaso. Fracaso que se fraguó en el noviazgo. Al– go muy rápido, muy romántico, muy artificial. Tanto como el fue– go fatuo ..Pero que se culmina en la falta de diálogo dentro del ma– trimonio. El diál0go puede salvar a muchos matrimonios. Decirse la:s co– sas, aunque, a veces sean cosas muy duras, es }meno. Buscar un juez imparcial -con frecuencia un sacerdote- para que ayude a entenderse, es bueno. Diálogo, desde luego, no son gritos. F'recuen– temente se habla para reñir y no par;:¡. dialogar. Los gritos quie– bran el amor. Se sacan trapos sucios. Se hieren mutuamente. Y a lo peor llegan, alguna vez, a ser herid.as irrestañaoles. Dialogar entre sí, dialogar con Dios, que eso es la oración, no hay mejor consejo para conseguir un matrimonio 4ue cada día es– té más unido. Que se ame más. Que pueda acuñar con su vida la auténtica medalla del amor: "Hoy te amo más que ayer pero menos que mañana". · Y para que no todo sean citas de hombres, quiero concluir con la cita de una mujer, Madame Girardin: "El amor matrimonial de– fiere del amor personal, por la calma de los sentidos, por la con– fianza, por la seguridad y por un seutimiento de mutua gratitud. El hábito, sí, destruye los encantos y la poesía del primer dfa, pero en cambio, crea un vínculo más grave y más profundo, que se for– talece cotidianamente con toda la felicidad que se ha gozado y con toda la tristeza que se ha sufrido en común". 79

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