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Sí estamos de acuerdo que es ante todo para fundar una fami– lia. Esa familia comienza por esa maravilla que es el niño. En cu– ya creación interviene el padre, la madre y Dios. Porque Dios -además de dar ese poder creador a los hombres como prolonga– ción de su propio poder creador- interviene creando de la nada un alma. Un alma hecha a nuestra medida y a su imagen y seme– janza. Un alma por 1¡1 cual él murió en una cruz. Por eso me parece significativo aquel cuadro donde se ven dos manos unidas fuertemente en la tierra. En sus dedos unos aní– llos recién puestos, recién estrenados, brillantes de oro y de fue– go. El fuego del amor crece. Es una llama que quiere llegar como una lengua suplicante hasta el cielo. De repente la llama que había brotado de dos hogares de la tierra, se partió en dos en la altura. Apareció una cuna y en ella un niño. La llama balanceaba la cuna bajo el azul del cielo. Y éste se abrió y apareció Dios -que tam– bién es Padre- y bendijo a aquel niño. Mucho más que un símbolo. Una historia auténticamente cris– tiana plasmada sobre el lienzo. Y en el gran ensamblado de la vi– da, eso es lo que tienen que hac¡er los padres. Criar hijos para. la tierra y para el cielo. Lo cual es simplemente crear hijos con res– ponsabilidad en el nuevo camino de la vida, podríamos poner, co– mo un gran árbol que tiene sus raíces en .la tierra y explaya sus ramas en el cielo. En fin, al pie de este matrimonio de Tobías y de Sara, y de tan– tos matrimonios que entran con el pie derecho de su mutua res– ponsabilidad en el nuevo camino de la vida, podríamos poner, co– mo una ofrenda, la frase de un pensRdor liberal que escribió: "Con la institución del matrimonio monogámico, el instinto, en vez de ser un agente de violencia y de desorden, ha llegado a ser, en el seno de nuestra civilización, el colaborador activo del des– arrollo de las cualidades de disciplina, dominio de sí mismo y de tolerancia mutua, cualidades sin las cuales todo progreso social es imposible". (Beileau). 77