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Fidelidad a Dios "Como Ragüel dudaba y no daba respuesta a To– bías, el ángel Rafael le dijo: -No temas dar tu hija a Tobías; él es fiel a Dios y con él se debe casar tu hija. Por esto ningún otro puede casarse con ella. Ragüel contestó: -Ahora me dov cuenta que Dios ha escuchado mi oración y mis lágrimas y que os ha conducido a los dos hasta mí, a fin de que mi hija se case con un hombre de su tribu, según la ley de Moi– sés. Y ahora, Tobías, no vaciles: te la entrego". (Tob. 7, 11-14). Es evidente la finalidad, o una de las finalidades, del libro de Tobías. El que los israelitas, dispersos entre la gentilidad, conser– vasen la pureza de la raza y de la religión. Por ello no debemos fijarnos tanto en el fondo histórico del libro como en las enseñan– zas que se propone inculcar. Respecto a esa finalidad de los matrimonios entre personas de la mis:rµa raza, por cumplimiento de una ley de Moisés -que pro– hibía el matrimonio con algunas tribus cananeas, no con todos los gentiles- donde ellos veían la voluntad de Dios, tiene para nosotros sus consecuencias prácticas. Dejando a un lado el peligro de racismos, es indudable que los matrimonios entre iguales tienen mayor garantía de salir bien. Las diferencias, de cualquier tipo, tienden más a dividir que a unir. Y el matrimonio es ante todo unión. Cierto que el amor salta barreras, pero no es menos cierto que el amor -a veces- es como un fuego que se va amortiguando, y de aquel fuego ardiente quedan unas tristes cenizas. Por eso el refrán dice acertadamente: "Cada cual con su par". El matrimonio es una comunión. Y esa comumon es aún más difícil cuando las religiones son dispares. La Iglesia, con las debidas cautelas, no se opone a esos matrimonios llamados mi-cb3. Pero ahora no hablamos de impedimentos, sino de algo tan natural, evi– dente, como es eso de que el amor, el matrimonio, es una transfu– sión de almas, y cuando la religión, la fe, es distinta, se hace muy difícil eso de amarse hasta el fondo del ser. Es una entrega total 68