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El fin de Marilyn M~nroe·todos lo sabemos. Nos da pena. Ella y tantas que ponen todo su acento en algo tan huidizo como la be– lleza. Y quien muestra por ahí su belleza, como un escaparate que pregona una venta es que tiene muy poco más. La belleza es, sin duda, una de las grandes cualidades femeninas, nero "ese eterno femenino" que tanto repetimos es mucho más. Y ese mucho más es el pudor. Mantegazza en "la fifosoffa del amor", dice: "Tela que tapa, vidrio que cubre, bálsamo que de,tiene toda putrefacción, el pudor es el más poderoso conservador quími– co de los afectos largos". El velo del cuerpo y del alma ha de descorrerse leve, suave y lentame:nte. Lanzarse, a una aventura como el matrimonio, que es decisiva de una vida y de todas las que van a venir, por pasión, es como lanzarse en un mar en tempestad, con una barqui.lla frágil y guiada por un borracho. La belleza es un punto muy elevado. Pero es algo pasajero. Es la flor de la primavera que vale mucho si da frutos en otoño. La mujer ha de tener mucho más. Pero tenga lo que tenga el pudor ha de saber gnardar a la mu– jer. O mejor, la mujer guardarse a través d~ ese instintivo pudor que es su mejor defensa. Ya escribió Cervantes: "No hay candados ni cerraduras que me,jor guarden a una doncella que el recato propio" Nada tenemos contra el cuerpo. Mas bien pensamos como Ma– rañón que "la herejía que tendríamos todos que combatir es la de los que predican el desprecio del cuerpo". Pensamos más bien que la mujer que sabe guardars1e lo hará esté como esté vestida. Pero hay ciertas modas que son índice de una temible corrupción: ¿ Y por qué temible? Por aquello, de Horacio: "Roma está arruinada porque sus mujeres están corrompidas". 61
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