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Toda una "¡página de la historia de la humani :lad está condelnsada aquí. En el caso de. Rebeca, una figura eminentemente bíblica, sus hermanos fueron profetas. Ella fue la madre de dos pueblos que se pegaron en el propio seno. Que convivieron unidos algún tiempo. Que se pelearon otras veces, para volver a unirse. Y que siguen pe– leándose en ese campo de batalla del Oriente Medio que tanta san– gre ha absorbido a lo largo de los siglos. Rebeca se levantó y se fue con el criado. Era ya como posesión del amo de aquel. criado que había venido a pedirla. Ella marchó cor, gusto. Pero sin duda también sintió el dolor del desarraigo de su tierra, de la casa de su padre, de sus hermanos. Ella iba hacia un país fijo pero hacia un porvenir incierto, podría sentir la nostalgia, la soledad... El hijo-los hijos- la salvaro:1. de todo eso. El hijo llena sus brazos, su corazón y su vida. Eso lo entienden meior las mujeres. Una mujer como la que rimó: "Es el mundo desamparo de las tierras hasta el mar, Pero yo, la que te mece ¡Yo no tengo soledad! Es el cielo desamparo si la luna cae al mar. Pero yo, la que te estrecha, ¡Yo no tengo soledad! Es el mundo desamparo y la carne triste va. Pero yo, la que te oprime, ¡Yo no tengo soledad!" 59
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