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Madres de pueblos "Entonces despidieron a su hermana Rebeca con su nodriza, y al criado de Abraham con sus hom– bres. Y bendijeron a Rebeca diciendo: -¡Oh herma– na nuestra, que llegues a convertirte en millares de miríadas, y que tu descendencia conqufate las puer– tas de tus enemigos! Se levantó Rebeca con sus doncellas y montadas en los camellos siguieron al hombre. El criado tomó a Rebeca y se fue". (Gen. 24, 59-61). En la narrac10n bíblica trasciende la pena y la alegría, el adiós y el orgullo. Los hermanos saben que jamás volverán a ver aquella hermana suya que atravesará los desiertos para llegar a una tierra donde le espera un hombre al que no conoce, para darse a él, para parir unos hijos y morir luego. Sí. quizá muy pronto. Como la flor que se hace fruto y un día cae del árbol, Ellas gamm la batalla de la vida. Otros la de la muerte... Mas dentro lleva la semilla de otro árbol, de otra flor, de otro fruto. El concepto antiguo y eterno de la mujer como madre está tr9J,sparente aquí. Es la tejedora de esta gran tela de la vida que alargándose, alargándose, va llenando el mundo. La mujer estéril es una fracasada. Su seno está maldito. Así era el concepto anti– guo sobre la mujer y la maternidad. Los antiguos -muchos pue- . blos- veían algo mágico, sobrenatural en eso de llevar vida deD•– tro de sí y lanzarlo a la tierra. Era como un milagro. Y lo es. La madre ... ¡Cuántas cosas se han dicho y se se~uirán diciendo sobre ella! Pero quedándonos en lo más elemental, en lo que canb la narración de hoy, digamos de ella: Tú eres la fuente de la qn~ mamé. Tú eres la raíz de la que yo broté. Tú eres el dintel a través del cual yo entré en la vida. El deseo de los hermanos es una gran fecundidad y un r:ran poder. En la antigüedad -y hoy también, de esto habló el Conci– lio G. S. 50- eran bendecidas especialmente las mujeres que daban muchos hijos. Cumplían su misión a plenitud. Además, lo vemos aquí, la tierra que no era de nadie había que cotnquistarla. Había que cimentarla. Había que defenderse de las tribus nómadas que iban de una parte para otra a coger tierras y los frutos de otros. 38

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