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animales, está sobre todos ellos. Que es un microcosmos. Que tie– ne la chispa de la inteligenc~a en su ser y por eso es superior. A pesar de su debilidad, de su fragilidad. Decía Pascal: "El hom– bre es una frágil caña, pero es una caña que piensa". Y pensando sm. duda en toda la historia del hombre, en su ínti– ma tragedia de seer superior- que a veces se rebaja al nivel ~· las bestias, escribió, también: "Juez de todas fas cosas, imbécil lombriz de tierra, depositario de la verdad, montón de dudas, gloria y des– perdicio del universo". La historia del hombre sobre las cosas corrúenza allí. Desde en– tonces comenzó su lucha por dominar todo. Fue el cazador que ten– dió trampas a los animales más fuertes y astutos. Que domesticó al– gunos para su serviciOI personal. Que vistió su piel. Que cultivó la tierra para sacarle su jugo. Que se lanzó al mar para balancearse sobre el vaivén de las olas, y tender a los peces el cebo que les ha– ría ser pescados. Que tuvo envidia a las aves porque podían volar, cosa que le estaba negado a él. Pero que al fin ha aprendido a vo– lar y remontarse a alturas que las águilas no han alcanzado ni al– canzarán... Pero ese hombre sentado sobre la roca tierna de la creación, con todos los animales a sus pies, continúa siendo un enigma para sí mismo. El nombre de él se lo µuso Dios. Y el hombre sigue repi– tiendo el dicho antiguo "conócete a tí mismo". El que dominó todo, no sabe dominarse a sí mismo. De vez en cua.'ndo estalla. Y hace estallar las guerras. ¿ Será tan loco Adán que haga estallar el mundo que Dios le regaló a él? 41
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