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La soledad "El Señor Dios se dijo: "No está biez¡, que el hom– bre esté solo; voy a hacerle alguien como él que le ayude'\ (Gen. 2, 18). El hombre sofisticado sueña con la soledad. La soledad, en este mundo ahíto de ruidos, de timbrazos, de llamadas telefónic:=is, de gentes por todas partes que te hartan de codazos en las aceras, es un manjar de dioses. ¿Quién no anhela un lugar remoto, con su casita, con su árbol, e.cm su silencio? Sin embargo en el principio era distinto. El mundo entero era para un hombre. Para un sólo hombre. Y para el hombre solo. Adán miraba a su alrededor y veía por doquier los árboles, los ríos, las playas, los animales; todo para él. Pero él solo. No podía hablar con nadie y ,nadie le hablaba a él. Podía gritar, los animales levantarían la cabeza para escucharle, pero ninguno le podía respon– der. Si su soledad no era tan inmensa era porque Dios estaba con él. Estaba fresco y recién salido de las manos de Dios. Sentía como el tacto de las manos de Dios en su cuerpo. El eco de la voz que le sacó al ser en sus oídos. Se sentía protegido y a la expectativa. Algo tenía que hacer Dios por él. Y Dios Je hizo otro yo. Le salaó de su propio ser otro ser que lte llenase ese vacío. Que poblase su soledad. Que respondiese a su ale-_ gría y le hl.ciese auténticamente feliz. Esa fue la mujer. Mucho se ha hablado sobre la mujer como complemento del hom– bre. Y al revés. Y se ha acertado siempre: Porque eso está en las mismas raíces del ser humano. Y esa ha sido la misma voluntB.d de Dios. Al Dios que todo lo que hizo le pareció bue,no, no le pareció que el hombre estuviese sólo. En la obra "Los Olvidados", de Angel M.ª de Lera, don Jesús, el médico del suburbio, le dice a don Antonio, el maestro y protector de Mercedes, refiriéndose a ella: "Es asombrosa la alegría de vivir que me inspira la presencia de una mujer hermosa. No sé bien por qué, pero despierta en mí to– das las sensaciones fuertes de mi olvidada juventud. En general, la belleza femenina ha producido siempre en mí un efecto semejante. Yo ya vengo pensando hace tiempo que seguramente el hombre y la mujer fueron en un principio, en esa primera noche de la vida, un 38

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