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razo de la madre de Jaimito, la anciana tía trataba de engañar una vez más al pequeño. -Mira, Jaimito. ~us padres te van a traer un hermanito de París. La anciana tía continuaba sus candorosas explicacioln:es al tiempo que le animaba para que cuidara del nuevo hermanito cuando, lle– gara. Terminada la larga y prolija explicación, J aimito preguntó con menos candor que el de su tía: -¿Se puede saber cuándo vamos a tener un parto normal en es– ta casa? Pío XII, y ya llovió un poco desde entonces en este mundo tan ciambiante, escribió: "Los descubrimientos sobre las leyes misteriosas de la vida, re– cibiclas de vuestros labios de padres cristianos, en el momento opor– tuno, en la medida conveniente, con la preocupación requerida, se– rán escuchados con respeto y agradecimiento. Iluminarán las almas, de los adolesc~tes con menos peligros que si los aprenden al azar en reuniones sospechosas, en conversaciones chmdestinas, de compañe– ros poco ¡neparados y ya demasiado informados, en lecturas hechas a escondidas, más peligrosas aún porque el secreto aumenta la ima– ginación y los sentidos. En esta materia hay q_ue proporcionar a los adolescentes la instrucción apropiada. Hay que permitirles expansio– narse, proponer sin titubeos preguntas y .darles respuestas. Una res- , puesta segura, clara y bastante explicada les dará luz y confianza. Los padres no pueden hurtarse a esta obligación, ni por una .co– barde abstención, ni por un silencio culpable en el momento en que los hijos esperan de ellos, en las diversas etapas de crecimiento, las explicaciones legítimas". No habrá que quemar efapas. Menos habrá que callar. Hay que estar abiertos al diálogo y preparados para él. Sobre todo la madre, que es quien más habla con el niño. Y siempre decirles la ve'.r:'dad, aunque toda la verdad se le vaya dando por entregas. 35

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