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hay que considerar como su propia m1s10n, los cónyuges saben que son cooperadores del amor de Dios Creador y como sus intérpretes. Por eso con responsabilidad humana y cristiana cumplirán su nú– sión y con dócil reverencia hacia Dios se esforzarán amJ10s, de co– mún acuerdo y común esfuerzo, por formarse un juicio recto, aten– diendo tanto a su propio bien personal como al bien de los hijos, ya nacidos o todavía por venir, discerniendo las dcunstancias de los tiempos y del estado de vida tanto materiales como espirjtuales, y, finalmene, teniendo en cuenta el bien de fa comunidad familiar, de la sociedad temporal y de la propia Iglesia. Este juicio, en uitimo término, rleben formarlo ante Dios los esposos personalmente. En su modo de obrar, los esposos cristianos sean conscientes de que no pueden proceder a su antojo, sino siempre deben regirse J>o:r la con– ciencia, la cual ha de, ajustarse a la ley divina misma, dóciles al' Magisterio de la Iglesia, que interpreta auténticamente esa ley a la luz del Evangelio. Di,.cha ley divina muestra el pleno sentido del amor conyugal, lo protege e impulsa a la perfección genuinamen– te humana del mismo. Así, los esposos cristianos, eon:fiados en la di– vina providencia y cultivando el espíritu de sacrificio, glorifican al Creador y tienden a la perfección e:n Cristo cuando con generosa, huma¡na y cristiana :responsabilidad cumplen su misión procreado– ra. Entre los cónyuges que cumplen de este modo la misión que Dios les ha confiado, son dignos de mención muy especial los que de común aeue:rdo, bien ponderado, aceptan coo magnanimidad una prole numerosa para educarla dignamente". A eso se llama, ahora, paternidad responsable. Un párrafo para que mediten responsablemente todos los padres. Para ellos y para sus hijos vale la bendición de Dios del principio y llegará hasta el fin de los tiempos en este mundo que no se acabará tan pronto y donde hay sitio y comida para muchos más hombres. Digan lo que digan los agorreros de calamidades y los egoístas. 31