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ello. También en este mundo. Es el deseo de Cristo: "Yo en ellos y tú en mí para que sean completamente uno, de modo que el mundo sepa que tú me has enviado y los has amado como me has amado' ,,, a mi . Aunque esto vale para todos los cristianos, al traer aquí esta lec– tura el Ritual del Matrimonio, desea que se realice, sobre todo, en el matrimonio cristiano. En esa familia que se va formando con la argamasa del amor, a ejemplo de la familia divina. Pues Dios no es un solitario. Un "solterón", como dijo un mal poeta, sino una fami– lia: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. El Dios-Amor. ¿Que para esto se necesita mucho más corazón? Cierto. Se ne– cesita mucha fe. Saber que Dios está con nosotros, ayudándonos. Sa– ber que la meta es infinita y hay que tender al infinito para quedar un poco más abajo. Pero los grandes ideales se- han conseguido as– pirando a la cumbre, aunque luego se queda uno a mitad de la mon– taña. Siempre se ve otro picacho más alto. ¿Sabéis la parábola del niño que quiso llegar con su piedra a la luna? Pensaba que estaba allí pegada a la montaña, de donde la veía surgir cada atardecer. Y subió a la montaña y la vio tan alta, que comenzó a tirarla piedras. Siempre con la esperanza de llegar con su piedra al corazón de la luna. Pero... Y todos le llamaban, er el pueblo, el niño loco. El seguía tirando, a pesar de las risas, pie– dras a la luna, y con la esperanza... Llegaron las fiestas del pueblo. Hubo muchos concursos y muchos premios. También un premio pa– ra el que llegara más lejos tirando un piedra. ¿Adivináis quién ga– nó el premio? "Amar y ser amado, eso constituye la felicidad". La frase es vie– ja, pero cada vez que se repite lleva el eco de la garganta que 'la pronuncia. Por ejemplo, Papini, poco antes de expirar dictó a su secretaria una frase que fue como una confesión final. La publicó, a título póstumo, una revista italiana. El solitario y violento Papini confesó: 11 A pesar de mi edad y mis males, siento en mí una irrepri– mible necesidad de amar y ser amado". Y sé, de un hombre a quien todos tuvieron por un amargado y un descastado durante toda la vida, que a la hora de la muf'rte pedía a la enfermera que le atendía, él, un viejo agonizante, que le diese un beso en la frente. Lo pedía no por sensualidad, no. Sino por esa necesidad de amor que tiene todo ser humano. Esa sed será saciada con el beso eterno del cielo. 225
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