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brá de todo, progresos y retrocesos, alegrías y penas, dificultades a montones, pero compensaciones inenarrables. Lo• dken los casados, y lo insinúa el ritual del matrimonio en la fórmula de mutuo con– sentimiento y entrega. Es dar y recibir. Es dejar la llama que quema y a veces tizna y qu~darse con el rescoldo que calienta y enternec~. Las almas: dos trozos de cera que se van compenetrando. Ya fue dicho hace un siglo por Sever'o Catalina: "Casarse es ceder la mitad de su alma y tomar la otra mifu.d; si ambas partes se adaptru,:i, he ahí el paraíso; si n:o se adaptan~ si d.ei dos existencias que eran antes eompletas vienen a resultar d.os in– completas, he ahí el infierno. Medid muy bien, los enamorados, I~ proporciones del alma que entregáis y las del alma que se• os entr~– ga, Este es todo el se.creto". Ese es el fruto del matrimonio, aparte 1os hijos, que• es el fruto natural. Eso es lo que hay que pedir a Dios constantemelnt:e. No se puede se•r un fracasado en ninguna profesión de la vida, pero menos en algo tan fundamental que compromete la existencia. 221
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