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El milagro del vino Muy probablemente fue en esta ocas10n cuando Cristo instituyó el sacramento del matrimonio. Así, pues, además de comenzar sus signos, debido a la mediación tan oportuna ne su madre, realizó el signo del matrimonio. Porque los sacramentos son unos signos externos que significan y dan la grnc.ia. O sea que en lo interior del alm2., en lo más pro– fundo, sin que nadie lo advierta, ni siquiera quienes lo administran, se realiza ese gran milagro de dar o aumentar la gracia, que está en el alma cristiana. El matrimonio recibido entre los bautizados, según los ritos de la Iglesia, es siempre sacramento. El casarse por la Iglesia obliga a mucho. Obliga entre otras cosas a actualizar continuamente. a ·10 largo de la vida, esa gracia que se ha dado en el sacramento. Porque eso que llamamos la gracia sacramental es como 11.n auxilio que se nos da para caso de emergencia. En el matrimonio, pienso, que hay muchos casos como estos. Así los esposos tienen perfecto derecho a pedir a Cristo esa ayuda extraordinaria qu~ necesitan en los casos límites. Y no sólo en los casos límites. Sino a cada instante. Porque el gran milagro de Caná tiene que ser realizado cada día en cada casa. Tenéis que ser vosotros los que logréis convertir el agua de los pe– queños acontecimientos grises, esa atonía que nos va enterrando co– mo un polvo invisible, que nos cubre -cual sudario.:_ el alma, en la alegría del amor. Saber convertir lo vulgar en único. Lo pequeño en grande. Lo ordinario en extraordinario. Cuando las niñas no eran tan precoces como ahora y veían pa– sear a los novios cogidos del brazo y mirándose y hablándose sin ce– sar de mil cosas, pensaba una niña -lo contó cuando mayor-: "¿De qué hablarán los novios? Tienen que hablar de algo sublime, algo de lo que yo no sé hablar. Un lenguaje nuevo". ¡Pobre mucha– chita romántica! Nosotros tenemo:; que decir que por muy bien que suene "el te amo", a los oídos enamorados, los que de verdad se aman no necesi– tan estar diciéndoselo constantemente. Cualquier palabra que se di– gan, lo más vulgar, tiene para ellos un eco de amor. El amor es la música de fondo. Y lo mejor sería, como en las bodas de Caná, don– de fueron mejorando de vino, que el amor fuera subiendo de intensi- 212
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