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El divorcio Un problema de entonces y de ahora. Sólo que ahora tenemos más medios de difusión, que frecuentemente es una manera de in– fluir en la opinión, y el problema alcanza niveles mundiales. Pero el problema en el plano católico sigue siendo el mismo que al pi'in– cipio del mundo, c,uando sólo estaban ante Dios la solitaria y des– nuda pareja humana, o cuando en un rincón de Jerusalén, unos fa– riseos le tendieron, como una trampa, esta pregunta a Jesús: "¿Es lícito a uno despedir a su mujer por cualquier motivo?" (Mt. 19, 3b). Le preguntan de despedir a la mujer. Al hombre, aunque haga cosas más gordas que la mujer, no se le puede despedir. Es el rey, el señor, el dios caprichoso del hogar. Sabemos que los deberes morales del hombre son iguales que los de la mujer. Y que Cristo, en el mismo Evangelio, dijo que tan– to pecaba uno como otro. Hoy, la mentalidad moderna, no admite esa desigualdad. Pero, es cierto que la idea que se tiene sobre el di– vorcio es menos cristiana y asusta menos el divorciarse. Hasta se le pone su granito de sal, hablando del "píccolo divorzio". Pero no hay divorcio pequeño ni grande. Sino divorcio. Y ]a Iglesia, igual en Italia, que en todo el mundo, ha expuesto muy cbramente su doc– trina. No es lícito el divorcio del matrimonio realizado y consuma– do, sencillamente porque esa es la doctrina de Cristo. Sin embargo son muchos los c,ristianos que persisten en encon– trar razones para aprobar el divorcio. Siguiendo un célebre artícu– lo del famoso obispo de la televisión norteamericana, Fulton Sheen, podemos reducir, esos razonamientos, a seis: 1. 0 Debemos sacar de la vida el mayor placer posible. 2. 0 Libertad significa el derecho de hacer lo que a uno le venga en gana. Negar el derecho de volver a casarse después del divorcio es destruir la libertad. 3. 0 El matrimonio es un contrato basado en el honor o palabra del momento. Si esa disposición no continúa, el contrato es nulo. 4. 0 Ya no se puede vivir de acuerdo con los diez Mandamientos y la moral tradicional cristiana, porque no s~ acomodar. a las nece– sidades del hombre moderno. 5. 0 La razón del matrimonio es la satisfacción de las pasiones. Hay que seguir los instintos. Si ya no se siente a gusto con el cón– yuge, se debe cambiar de pareja. 206
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