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El banquete de bodas "Luego me dice: -Escribe: Dichosos los invita– dos al banquete de bodas del Cordero". (Ap. 19, 9a). Y al fin, como en cualquier boda de la tierra, el banquete. Ima– gen muy repetida por el mismo Cristo en el Evangelio. Imagen que utiliza él para que nosotros vislumbremos un poco, lo, que será el cielo. En el caso, el banquete, dura toda la eternidad. No vamos a tratar de describirlo. Además de ser un error, se– ría una tontería. Quiero, mejor, recordar aquel prólogo que se cuenta de Carlomagno y sus caballos. Carlomagno era batallador, solía celebrar ampliamente sus triunfos con largos, alegres y albo– rotadores banquetes. Los fatigados y valientes caballos, mientras comían su generosa ración de cebada, oían las carcajadas de sus señores y se decían: -¡Qué buena cebada deben de estar comiendq nuestros señores! De niños nos quisieron describir el delo como un cúmulo de to– do aquello que más nos gustaba a nosotros. Donde sobraban los dulces. Un banquetazo donde no faltase detalle. Para que así nos entrasen unas ganas muy grandes de ir al cielo. Pero sabemos, que por mucha fantasía que echemos al asunto, no podemos ni imagi– narlo. Ya nos lo advierte San Pablo: "Ni el njo vio, ni el oMo oyó, ni pasó jamás por la mente humana lo que Dios tiene reservad'o para aquellos que le aman". (I Cor. 2, 9). Sí sabemos que sigue valiendo la definición que de niños nos dieron del cielo, el lugar o estado donde tiene cabida todo bien y ausencia todo mal. Lo cual está perfectamente de acuerdo con lo que dice el Apocalipsis (21, 4): "Y enjugará toda lágrima de sus ojos, y no habrá ya muerte ni habrá llanto, ni gritos ni fatigas,, porque el mundo viejo ha pasado". Y, sobre todo, Dios estará en medio de su pueblo. Y eso constituye el cielo: el verle cara a cara y amarle eternamente. Hay algo más importante que el divagar sobre qué será aquel banquete del cielo. Es el ganarse el cielo. "Dichosos los invitados". Cuando en el Evangelio Cristo oye una exclamación semejante co– mienza a contar una parábola, y dice que nos esforcemos para en– trar en el reino de los cielos. 182
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