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buenas acciones de los santos". La blancura simboliza la santidad, ]as buenas acciones de los santos le dan espelc,ial resplandor. La Iglesia es santa. Es una de sus notas. Pero es santa por la meta que debe alcanzar. Y es santa por los santos que en ella han afoanza– do esa meta propuesta por Cristo. Pero también es cierto que en ella hay mucha ceniza, muchos pecadores que continúan pertene– ciendo a la Iglesia hasta aquella hora en la cual la cizaña sea sepa– rada del buen trigo. Estas ideas las sintetiza maravillosamente la Constitución dog– mática de la Iglesia en su número 6, cuando tomando la imagen del esposo y la esposa habla de la Iglesia. Dice así: "La Iglesia llamada "Jerusalén de arriba" y "madre nuestra", es también descrita como esposa inmaculada del Cordero inmacu– ladó, a la que Cristo "amó y se entregó para santificarla, la unió consigo en paicto indisoluble e incesantemente "la alimenta y cui– da"; a ella, libre ele toda mancha, la quiso unida a sí y sumisa por el amo1· y la fidefülad, y, en fin, la enriqueció perpetuamente con bien.es celestiales, para que comprendíéramos la caridad de Dios y de Cristo hacia nosotros, que supera toda ciencia. Sin embargo, mientras la Iglesia camina en esta tierra lejos del Señor, se con– s.idera como en destier1·0, buscaiufo y sabore~ndo las cosas de arri– ba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios, donde la vida de la Iglesia está escondida con Cristo en Dios hasta que aparez– ca con su esposo en la gloria". Está claro que la boda es algo que se va realizando escalona– da:mente. Primero su preparación, su camino hacia el encuentro, al fin el encuentro feliz, y luego el banquete. Es la Iglesia peregri– nante que un día será triunfante. Mientras, ¿qué podemos hacer nosotros? Revestirnos del traje de boda. Dél "lino de las buenas acciones". Nosotros no somos santos con aureola. No lo seremos nunca. Pero sí se,remos santos, en ese sentido de que tanto habla San Pablo: Almas llenas de fe, de esperanza, de amor, de, gracia de Dios. Y esa gracia hac¡e que nuestras obras de cada día sean buenas acciones, resplandezcan de gloria, y vayan tejiendo ese tra– je que todos queremos vestir eternamente, para que tampoco sea– mos expulsados del banquete de bodas, como en la parábola evan– gélica, por no llevar predsamente el traje de boda. 181
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