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las. Y sería estúpido cree:r lo .contra:rio. Porque todo el plan de Dios está puesto para bien y salvación de los l;lombres. Si el hoITJ;b:re ha pecado, lo ha hecho libremente. Si se condena, lo harR libremente. En el plan de Dios, no entra el condenarnos. San Juan insiste: "Dios envió al mundo a su Hijo úni!co para que vivamos por medio de El". "Envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados". Esto sí que es cierto. No lo otro. Si esos rumores - y tantos de tantas seu– doapariciones- fuesen ciertos, ¿qué sentido tendría la muerte de Cristo en la cruz? ¿Qué interpretación tendríamos que dar a las palabras citadas tan reiteradamente? Dios ha avisado por medio de todos sus profetas, sobre el riesgo que e,I hombre tiene de perecer e,ternamente. Ha lanzado a la tierra, desde el Sinaí, esa autopista de los, Diez Mandamientos, para que nos fuera más fácil ir al cielo. No siendo sufictientes las palabras y los gritos de todos los profetas para convencea:- a los hombres, envió a su Palabra -e:!. Verbo hecho carne: Cristo- para que predicase la Buena Nueva a los hombres. San Juan le oy5 desde el principio y nos trasnmitió ampliamente su doctrina. ¿Por qué dudamos? Pero los .hombres seguimos siendo tan estúpidos ahora como an– tes. Hacemos c:aso a mil voces de sirena, a mil teorías que nos pue– den perder para siempre, a rumores de visiones o apariciones que amedrentan y turban las conciencias ... Y las palabras del Señor siguen cayendo en el vacío. Sería interesante que un día cualquiera, un hombre cualquiera parase a otro hombre cualquiera en la calle para decirle: "Amigo, Dios nos ama". Estoy seguro que le tendrían p0r loco. 173
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