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do sobre el amor. Y también indica "que el amor es de Dios~'. Por eso todo lo que hemos dicho de que los amores auténticos del hom– bre eran un reflejo diminuto del amor de Dios, es cierto. El amor es la sombra del infinito paseando por el mundo y por la historia. Pero el sol está arriba. El, es el sol del Amor. No es inaccesible. Ya que, le podemos conocer a través del amorr. Se suele decir: "Ojos que no ven, corazón que no siente". "Lo que no se ve no se ama". A la vista de la frase de San Juan: "quien no aina no ha conocido a Dios", hay que afirmar el gran acierto de San Agustín y de la escuela franciscaina al repetir aquello de "amar pa– ra conocer". Si queremds conocer en profundidad, tenemos que amar en profundidad. No han sido los sabios los que más han conocido a Dios, sino los santos. La mística es la autopista recta para lleg,ar a las cumbres del amor y del conocimiento de Dios. San Juan de la Cruz en la altura de su Monte Carinelo puso esta leyenda: "Sólo mora aquí el amor de Dios". Ese amor de Dios no es infructuoso, estéril. Tiene hijos. Son los hijos del am.or . Pues "todo el que ama ha nacido de Dios". No hace falta demostrar que los hijos se parecen a los padres. Por muy dis– pares que sean a simple vista, un gesto, una manera de ser, los de– lata. Si Dios es Amor, los hijos de Dios tienen que tener la impron– ta del amor. Ese es su apellido. Por eso, glosando una frase, famo– sa, no sé qué será más absurdo d2dr: "amo y no soy hijo de Dios, o decir soy hijo de Dios y no amo". No es un amor egoísta. No es la paz extátic3. de tú a tú coh Dios. El amor es definitivo. Y los hijos se parecen al Padre. Por amor y para el amor nos creó. Y por eso San Juan nos recuerda lo que tan– to recaleó en su Evangelio y sus cartas: "amémonos unos a otros". La caridad es buena ya que nace de Dios. No tengamos miedo nun– ca de extralimitarn~s en la caridad. Formemos la gran familia de los hijos de Dios, donde El, el Padre, es Amor, y los hijos viven amándose constantemente. Si queremos esparcir "la buena de Dios" por este nuestro planeta, hemos de sembrar el amor. Será la única prueba, la mejor, que tenemos de la vivencia de Dios. 171
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