BCCCAP00000000000000000000734

La méstica "Que la paz de Cristo actúe de árbitro en vuest?O corazón: a ella habéis sido convocados, en un sólo cuerpo". (Col. 3, 15). Se cuenta que un gracioso que había pasado casi toda su vidc1 conyugal a la greña con su mujer, hizo grabar está lápida en su se– pultura: yace mi esposa y yace bien, ella en Y yo La leyenda es trágica, aunque graciosa. Por eso el proverbio dice que "el matrimonio es como una fortaleza donde los que están fuera entrar". En fin, una especie de asedio. Pienso que la decantada paz doméstica habrá que conquistarla. Y habrá que comenzar a ganarla mucho antes de que se toma la llave de un piso en la mano derecha después de h3-ber entregado el plazo correspondiente con la izquierda. Como todas las cosas que valen mucho, cuestan mucho. Bien merece la pena que hagamos algo por ella. Porque, al fin y al cabo, el hogar puede suplir al mundo, pero el mundo no puede suplir al hogar. El hogar es el mundo del hombre, sobre todo de la mujer. Por eso importa mucho que haya paz en él. Se empiezan a poner los prirn.eros fundamentos de la paz cuan– do los novios han comenzado a conocerse. Saben qué se escoge y para c1.ué se escoge. Cuando las pasiones ciegan, cuando lo erótirn pone una venda delante de los ojos y "eros" es de verd1d el 'niño ciego que dispara sus flechas por todas partes, o,reo que no está uno en condiciones de Yer la realidad de la &ventura en la que sie em– barca con un compañero o una compañera. Se ha escrito que para conjurar la borrasca de las pasiones, casarse con una buena mujer es el puerto en la tempestad, pero el matrimonio desacertado es la tempestad en el puerto. Muchas veces, al ver cómo se llevan las relaciones, dan ganas de gritar a los jóvenes, pern ¿por qué vab tan ciegos haria una aven– tura que os puede hacer fe:J.ices o desgraciados para toda la vida? 148

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz