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El amor y su cortejo "Hermanos: Como pueblo elegido de Dios: pueblo sacro y amado, sea vuestro uniforme: la misericordia entrañable, la bondad, lC!. humildad, la dulzura, la com– prensión. Sobrellevaos mutuamente y pe,.donaos, cuando al– guno tenga quejas contra otro. El Señor os ha perdo-– nado: "haced vosotros lo mismo". Y por encima de todo ¡esto, el amor, que es el ce– ñidor de la unidad consumada". (Col. 3, 12-14). Uno se cansa de hablar del amor. ¿Se cansarán de amar los es– posos? Porque el amor asoma por todas partes, y San Pablo nos ha– bla -oportunamente- del amor, siempre. Pero insistir sobre el amor... ¿no existe el peligro de repetirse? Que si está bien al amar, no es bueno al escribir. No obstante, insiste San Pablo e insiste en dar unos cuantos con– sejos que logren de veras que "el amor sea el C'3fiMo-r de la unidad consumada". Y uno es el perdón. El perdón lo estamos pidiendo siempre. Lo hacemos cuando reza– mos el padre nuestro. Pero en las novelas de amor, raro es el perdón Aparece el honor agraviado, la venganza, el despido inmisericorde, el crimen... Habría que preguntarse si tanta novela, tanto drama, que presenta esa faceta del amor herido, es cristiano. Habría que ha-– cer la misma advertencia de Cristo: "Quien de vosotros esté sin pe– cado que tire la primera piedra". Piedras hay muchas, pecadores muchos más. Todos tenemos mu– cho que perdonarnos cada día. Los que conviven. tienen muchos mo– tivos de roce, por eso, también, muchas ocasiones de perdonarse mutuamente. Pequeñas cosas. O grandes cosas. Cuando la tragedia se desata en un hogar po:r el pecado de un.os cónyuges, hay que ver, pri– me:ro, si se arrepiente since:ramente. Si ese arrepentimiento existe, si sólo ha sido una fragilidad o un.a eventualidad, no sé por q11é no ::;e– va a perdonar. Siempre es más cristiano y mejor para ambos. Si las cosas se llevan hasta sus últimas consecuencias, el mal es para to– dos. Y al correr de la vida quienes pierden son ambos. Quizá luego se arrepientan de haber obrado como han obrado. 146