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El pobre Enrique "Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia. El •se entregó a sí mismo por ella. para consagrarla, purificándola con el baño del agua y la palabra, y para colocarla ante sí gloriosa, la Igle– sia, sin mancha ni arruga ni nada semejante, sino santa e inmaculada. Así deben también los marido~ amar a sus mujeres, como cuerpos suyos que son'·. (Ef. 5, 25-28). El gran cantor medieval Hartmann von Aue, tiene un admiranle cántico épico-amoroso titulado "El pobre Enrique". En resumen es así: Un rico caballero enferma de lepra como consecuencia de sus pe– cados. No hay modo de curarle, solamente un hechicero en Salerno le dice que hay una única posibilidad de curación: la sangre de una doncella pura. Se retira el caballero a la soledad, donde le cuida la hija del colono, que se enamora de él. El caballero, al fin, la hace su confidente: Sólo la sangre de una doncella pura le puede salvar. ¿Ella es pura? ¿Ella le ama? -Sí, sí. .. Y ofrec~ dar su vida y san– gre para que se cure. El egoísta caballero la lleva a Salerno. Ella le acompaña transi– da de amor. Tan grande que no teme a la muerte. Ni ante el puñal del verdugo, que la iba a sac:rificar en un holocausto pagano. y cri– minal, tiembla. Solo tiemblan dos lágrimas en sus ojos porque ya no podrá ver más al objeto de sus amores: el caballero que está de pie ante ella, contemplándola. Al fin el amor brota en su corazón. Vencido por aquel amor ino– cente vuelve en sí. Se arrepiente de su peaado, de su egoísmo y de su orgullo. La ama. No quiere el sacrificio de la doncella y de– tiene el brazo del verdugo. Antes su lepra, su muerte, que la de ella. El milagro se hace. Un milagro de amor. Dios ha aceptado la voluntad de sacrificio de la donc,ella. De repente se cura de su lepra el caballero. Se acerca a ella y la besa, son sus labios frescos, colmo recién creados. Termina el canto del poeta y comienza el amor. El la hace su esposa. La carta de San Pablo pide el sacrificio al revés. Sabemos que 140