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¡Amor eterno! "El amor no pasa nunca". (I Cor. 13 8). El amor, ese amor que nos ha hecho cosquillas el corazón. Ese aimor que ha fundado familias sobre nuestro planeta. Que ha crea– do las fraternidades. Que nos ha hecho llamarnos hermanos, ese amor no pasará nunca. ¿Verdad que sentíamos un poco de pena pensando que la muerte fuese la sepultura del amor? Pues justa– mente es la puerta mágica que nos abre ese rebo eterno del amo!r. Hasta entonces sólo lo habíamos vislumbrado. Porque este amor que flota sobre la tierra, que llena los corazones y haoe florecer los poemas y los suspiros, y hace de la madre heroína, y de la esposa ensueño, no era nada más que una chispa desprendida del gran amor eterno. "¡Dios es amor!" Y el Dios-Amor presidirá en el cielo toda la eternidad. Entonces desaparecerá todo. Esta nuestra tierra, y este nuestro ciefo. Desaparecerá la fe y :ta esperanza. De nada servirán, porque ya tenemos a Dios. Lo único que permanece es la caridad: el amor, que es el alimento de los bienaventurados. Sólo él tiene valor para permanecer eternamente. "El amor es lo úniro que :pue– de ocupar y llenar la eternidad". (Víctor Hugo). Algunas veces nos hemos preguntado: ¿No será aburrido el cielo? ¿Monótono? ¡Siempre lo mismo! Cuando el famoso obispo de la televisión norteamericana, Ful– ton Shee:n, lanzó su célebre campaña del rosario misionero, un día en plena calle de Nueva York le abordó una muchacha par<1 decir. -A mí eso del rosario ... Siempre lo mismo... Entonces el obispo le preguntó: -¿Quién es ese joven que usted ha dejado para venir a hablar conmigo? -Ese es mi prometido. -Y, ¿le ha dicho que la quiere? -Sí. Muchas veces. -¿Y le cansa que se lo diga? -No. no me cansa nunca. -Lo ves, el amor sólo tiene una palabra: te amo. Se puede repetir hasta el infinito, que como exista amor er .. los corazones no cansa nunca. Por eso, porque en el cielo, existe amor en los corazones y en las almas no cansará nunca la eterna canción del amor. Será co– mo un himno gigante y armonioso al amor. Donde habrá diversas notas, según los grados de caridad alcanzados en la tierra. Por eso 134