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fornicamos es como entregar el miembro de Cristo en ese pecado (V. 16). La doctrina no puede ser más clara. Podemos decir que esto es como una nueva encarnación de Cris– to. Tomó carne de María hace veinte siglos,, toma carne de cada uno de los cristianos ahora. Metáfora que expresa una gran realidad y un gran realismo. Porque la argumentación de San Pablo no puede ser más cruda, contundente y lógica. Somos un espíritu y somos un cuerpo de Cristo. ¡Cuerpo Místico! ¿ Cómo podemos entregarnos tan desaprensivamente a algo que va c10ntra la l~y de Dios? Dios marcó unos c:auces para esos in!Sitintos nuestros, y si querremos serr consecuentes hemos de hacer lo posible para no salirnos de ellos. Si algunas: veces nos desbordamos hJemos de volver cuanto antes al .camino real. Porque frágiles somos todos. Pecadores también. La Iglesia, aun– que tiene por meta la santidad, está formada por pecadores. Pe;ro se trata aquí de mantener la mente clara. Y si pecamos, que poda– mos gritar como el propio San Pablo: "Hago el mal que no quiero". Porque ahora lo que pululan son grandes confusiones de ideas sobre la materia. E incluso en colegios religiosos se enseñan doctrinas al respecto que no están conformes con las enseñanzas de la Biblia, de la Iglesia, y de los catec~smos aprobados. Serán, a veces, teorías que se lanzan a la palestra, quizá para pulverizarlas como hacía San– to Tomás oon los adversarios, pero el joven no tiene la mente, ni menos, el corazón frío. Y quizá se agarra, como a un clavo ardien:do, a algunas de esas teorías, para justificar su situación emocional y su conducta. Ya el viejo refrán decía: "Procura vivir como crees, porque si no termina:rás creyendo como vives". Creo que hay que grabar muy hondo en las mentes juveniles la doctrina cierta de la Iglesia de Crtsto, sin andar jugando con mala– barismos que les pueden romper el alma para siempre. 125

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