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manas. Si el hombre es un hombre y no una bestia tiene que sabeir dominar esos instintos. Cuando muy joven, para conse;guir e,l debido equilibrio en su 01·– ganismo. Cuando mayor, para no se,r vencido por el egoísmo y po– der estropear ese divino, equilibrio del amor, que une a los esposos mucho más que los cuerpos. El cuerpo es como una moneda que se nos ha dado para usarla, no para derrocharla. Su destino no termina en la tierra. No es polvo que vuelve al polvo y se aaabó. Tiene un destino eterno. Dios tomó cuerpo, murió y resucitó. Justamente para enseñarnos el camino úl– timo, la meta definitiva de nuestro cuerpo. También este nuestro cuerpo resucitará. Quien use de su cuerpo dentro de la ley de Dios hace bien. Es al– go bueno. querido por Dios. Pero Dios sobre. tod!o. El Dios que man– dó una cosa mandó otra. Y "hasta el mirar con mal deseo a una mu– je,r...." Lo que sucede es que Dios nos estorba. "La muerte de, Dios" va paralela con el triunfo de "lo sexy". San Agustín decía tajante– mente: "Nemo incredulus, nisi impurus". Excesivamente tajante, qui zá. Pero grandes pensadores,, poco pacatos, lo confirman. Por ejem– plo, dice Rousseau: "Conserva tu alma de, mod.o que pueda desear la existencia de Dios y no dudarás jamás de su exi$tencia". En cuanto a las relaciones prematrimoniales, de lo que tanto se habla ahora, la doctrina de la Iglesia es tan clara que no hay por qué insistir en ello. Lo gracioso es, que acabo de leer un libro escrito por un periodista casado con una sueca, que vive allí, y que dice que la iglesia luterana sueca también reprueba esas relaciones prema– trimoniales, allí bastante corrientes. Pero dice -¡sorpresa!- que principalmente lo hácen para conseguir antes. piso, ya que escasean (c1omo en todas partes) y el estado, que foment!a las viviendas snb– Vlencionadas, las da antes a los novios que han tenido un hijo... El Cuerpo ... El hombre... No es hombre quien se deja arrastrar de la corriente, sino quien sabe dominarla. Quien sabe ser dueño, de sí y de sus instintos. 123

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