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La convivencia ':Que vuestra caridad no sea una farsa: aborreced lo malo y apegaos a lo bueno. Como buenos herma– nos, sed cariñosos unos con otros, estimando a los de– más más que a uno mismo. En la actividad, no seáis descuidados; en el espíritu manteneos ardientes. Ser– vid constantemente al Señor. Que la esperanza os ten– ga alegres: estad firmes en la tribulación. Sed asiduos en la oración. Contribuid en las necesidades del Pue-· blo de Dios; practicad la hospitalidad". (Romanos, 12. 9-13). Decía San Francisco de Sales que "la cortesía era la flor de la crairtatl". Sentencia muy ajustada a su temperamento amab]e y a la realidad de la vida. Porque frecuentemente no faltamos a la cari– c:ad en los prindpios, en la convicción de que es la "reina de las virtudes" sino en el trato diario donde hay que derrochar sonrisa, tacto, buenas palabras y mejores hechos, en definitiva: cortesía. Pienso que una virtud humana que ayudará mucho a hacer más humana la cal'idad hoy será la convivencia: que es vivir. dejar vivir y ayudar a vivir. ¿No se dice que nos estamos deshumanizando? ¿No nos cuentan cosas y casos de gentes tiradas sobre el asfalto a quien nadie socorre, sólo el perro fiel que se ha sentado a su lado y aúlln ,;in c.:.u2 nadie le haga caso? ¿ Y los accidentes simulados dond~ pasan coches y coches, sin detenerse y auxiliar? Sin duda en mu– chos casos es el miedo a las complicaciones que eso puede traer. Porque la burocracia se ha montado de tal manera que quien se mete a redentor sale encarcelado entre papeles y otras papeletas. Pienso, que a pesar de todos los pesares 1 la caridad hay que practi– carla siempre Va en eso nuestro ser de cristianos. Para que "no sea una farsa". Dejando a un lado la calle, las carreteras y las situaciones lími– tes, entremos dentro de nuestras casas. Somos como abejas enjau– ladas en gigantescas colmenas que sólo salimos despavoridos cuan– do nos echan humo, c,uando estalla el butano o un terremoto nos c,onmueve. A veces se vive en la misma casa, sin conocerse; no di– gamos ya en buena vecindad. ¡Cuántas veces subimos en un mis- 116
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