BCCCAP00000000000000000000734
formar nuestras mentes, y nuestras vidas, a lo que Cristo quiere. Cumplir fielmente la voluntad de Dios. Cuando se habla de renovación, muchos piensan en las estruc– turas. Y es cierto. Las estructuras, a veces, ahogan la libre expan– sión del espíritu. Hay personas tan ahitas de ciertos ritos cultuales que a lo peor terminan por perder el gusto a la religión. Cierto que se necesita la renovación de las estructuras. Pe,ro renovación, no es supresión. El culto a Dios necesita de cierta armazón externa. Es como la columna vertebral, sin que sea la carne y el alma. Se necesita, sobre todo, la renovación de los individuos. Si se re– nuevan todas las estructuras, pero los individuos que compone, por ejemplo, la Iglesia, siguen igual, no hemos heeiho nada. Saeramen– tos y misterios son necesarios, pero... Además, el mismo Espíritu Santo no solamente santifica y dirige al pueblo de Dios por los sacramentos y misterios, y lo enriquece con las virtudes, sino que "distribuyéndolas a cada uno según quie– re" (I Cor. 12, 11), reparte entre los fieles gracias de todo género, incluso especiales, c,on que los dispone y prepara para realizar va– riedad de obras y de oficios provechosos para la renovación y una amplia edificación de la Iglesia, según aquellas palabras: "A cada uno se le otorga la manifestación del Espíritu para común utilidaid". (I Cor. 12, 7). (Lumen Gentium 12, 2). _, Todos creemos en el Espíritu Santo. Todos esperamos en El. Sa– bemos que surge por donde quiere y a veces nos sorprende a nos– otros mismos. Pero, para dtstinguir el buen espíritu del malo, hay una regla de oro, la que nos da San Pablo hoy: "la voluntad de Dios..." 115
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz