BCCCAP00000000000000000000734

Amor del hombre a Dios "¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo?, ¿la aflicción?, ¿la angu2tia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿e! peligro?, ¿la esvada?" (Romano,s 8. 35). Una interrogante que tenemos que planteárnosla cada uno de nosotros. No dudamos del amor de Dios por nosotros, ¿ cuál es el amor nuestro por Dios? Dejemos esas situaciones límite que pla·rJ.tea Sa:i Pablo. El a,nor se entrena en las cosas de cada día. Cuando uno ha amado en esas cosas diminutas, cotidianas, es fácil que cuando llegue a una si– tuación arriesgada, también, por amor, sea héroe. Cristo nos pide una clara manifestación de ese amor nuestro por El: en el cumplimiento de nuestros deberes. "Si alguno me ama cumplirá mi voluntad". "Si alguno me ama guardará mis manda– mientos". Que son precisamente unos mandamientos de amor a Dios y al prójimo. No soñemos. Cada cual ha de florecer allí donde Dios le ha plan– tado. Y Dios prefiere "el fiel cumplimiento de esas mil bagatelas que son nuestro deber de cada día que la aspiración a cosas subli– mes a las que no somos llamados". Es bueno soñar, peró con un fondo de realidad. No tan desga– jad.os de la vulgaridad de nuestra vida, que cuando caiga el telón de fondo, torne la oscuridad a n.ue ,:ra alm1. Y la realidad de vuestra vida, de esa vida que os espera, la sa– béis vosotros mejor que nadie. El trabajo diario, según vuestra pro– fesión. La casa, los hijos ... Todo eso que ahora imagináis con tanta ilusión, y está muy bien, y luego se tornará más gris a la luz de la cruda realidad. Pero no temáis, todo será llevadero, y hasta dulce y luminoso, si siempre brilla en vuestro hogar la antorcha del amor a Dios y del amor mutuo, que es una chispa que ha saltado de la hoguera de Dios a vuestros corazones. Que cada día tengáis alguna delicadeza -o muchas- mutua– mente. Que cada día tengáis alguna delicadeza para con Dios. No tenéis que haceros unos beatos ni mucho menos. Precisamente el ]08

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz