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eterno os he amado". Es justamente lo que nos recuerda hoy San Pablo. Para salvar al hombre, pecador, ingrato, duro de cerviz y de corazón, envió al mundo a su propio Hijo, al que ama de una ma– nera inenarrable, para que muera por el hombre. La muerte de Cristo en la cruz no ha sido algo anecdótico. Ha sido programado por Dios desde toda la eternidad. ¿Cómo podemos dudar nosotros del amor de Dios por nosotros? ¿ Cómo podemos pensar que anda detrás de nosotros para meternos en .el infierno? Precisamente busca todo lo contrario. Somos sus elegidos. Quiere que lo seamos para simpre y libremente. Por eso ¿quién se atreverá a lanzar esa horrible blasfemia contra Dios? Pienso que sería la más hiriente, de todas las blasfemias: decir que El anda queriendo meternos en el infierno. O lo '.fU.'-º dijo a-::;;.p} impío: "Si yo fuese Dios tendría compasión de los hombres". Ya que El ha hecho y hace todo lo contrario. Pues su propio hijo, que está a su derecha, que es Dios como El, está intercediendo por nos– otros constantemente. Se suele decir, a veces, que cómo Dios nuestro Padre h1:1 podido crear el infierno. No tenemos ninguna duda sobre la existencia d21 infierno. Y sabemos que la causa del infierno es el pecado. Di.os no tiene ninguna culpa. Pero ya que se invoca la razón sentimental del corazón de los padres, vosotros que seréis padres, comprenderéis mejor a Dios. Como decía aquel pensador: "Hasta que no fuí padre, no comprendí lo que era se1· Dios". Y os daréis cuenta, cuando tengais que poner' algún castigo, que los más dolidos por ello, seréis vosotros mismos. Si alguno se condena, será por propia y libre voluntad y· contra la voluntad de Dios nuestro Padre· que ha hecho, y hace todo lo posible para que nadie se condene. 107

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