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88 Hemos dicho que la gracia habitual es un don o una cualidad que Dios infunde y que se adhie– re y permanece ,en el alma. Esta cualidad de or– den sobrenatural y divino causa en el alma algo semejante a lo que el alma causa en el cuerpo. El alma racional unida al cuerpo forma el vi– viente humano. La gracia unida al alma forma el viviente sobrenatural. La gracia hace pasar al alma de la muerte sobrenatural a la vida so– brenatural, verificando en ella una verdadera transformación, una resurrección de orden divi– no. La gracia, penetrando en el alma, la eleva a un estado superior a aquel que tiene por na– turaleza, la hace un ser viviente de orden divi– no, le comunica en modo accidental aquel grado que es propio de Dios, de tal modo que resulta objeto propio de la mente divina. Dios, que ·es obj,eto connatural de su divino entendimiento, resulta objeto también propio del alma divini– zada por la gracia. En la vida presente no lo puede ver todavía intuitivamente, pero adquie– re el derecho; y muriendo en ese estado llegará a verle clara y desveladamente: «Similes ei eri– mus, quoniam videbimus eum sicuti est» (96). La unión del cuerpo y del alma racional cons– tituye la vida natural; a esta naturaleza se aña– de la graicia santificante, mediante la cual el hombre, ,conservando su vida natural, podrá vi– vir la vida divina. Esta vida divina es la partici– pación de la vida de Dios. ¿En qué consiste esa participación sobrenatural, superior a la simple (96) I Ioann., II(, 2.
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