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52 P,ablo: ¡ Oh profundidad de la riqueza y de la sabiduría y ciencia de Dios! ¡ Cuán insondables son sus juicios e irrastreables sus caminos! ¿Quién conoció ~l pensamiento de Dios? ¿O quién se hizo consejero suyo? ¿O quién le dió primero, y se ·1e pagará en retorno? (40). Aquí no podemos conocer todos los misterios de la gracia. Lo qµe es cierto es que el que se cond.ena es por su culpa, y a qui-en quiere sal– varse no le faltarán la gracia y los medios ne– cesarios. La pred,estinación a la gracia es acto de la sola bondad de Dios; y no puede ser efecto de algün mérito nuestro. De esta predestinación, toitalmente gratuita, ningün hombre puede ser excluido por aquel Dios que quiere que todos los hombres se salven. La pred,estinación a la glo– ria nos la procuramos nosotros con nuestras bue– nas obras sobrenaturales, o sea con -el buen uso de la gmcia divina. III. CORRESPONDENCIA A LAS GRACIAS ACTUALES Dejando aiparte todas las disputas de aos teó– logos, podemos afirmar que en la práctica la efi– cacia de la gracia depende de nuestra voluntad Si se corresponde a la gracia, fructificará; si rn se corresponde, quedará ,estéril. La gracia divina es una luz celestial apta par: iluminar el entendimiento del hombre; es un voz misteriosa que mueve la voluntad a practi (40) Rom., XI, 33-34.
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