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290 y desde el trono de tu gloria mándala; para que, asisrtiéndome, colabore conmigo, y conozca yo qué es ag,radable a tus ojos. Porque ella io sabe y entiende todo y me guiará en mis empriesas con c,rLteo:io 1recto, y me gua!l'dará con su gloria y serán ,aceptas mis obras, y juzgaré a tu pueblo con justicia y seré digno del ,trooo de mi p,adTe. Pues, ¿qué hombre conocerá fos designios de Dios? O, ¿quién entenderá lo que quiere el Señor? Pmque los pensamientos de los mortales son tímidos, e inseguras nuesrtras providencias; por cuanto el cuerpo corruptible deprime el alma y la morada iter!l'estre apega el espíritu pe11Sativo. Y a dmas peinas 'barrun:tamos 1o que está sobre l:a ti&1'a, y ilo que a 1a mano está fo hallamos con trabajo; pues ,lo que esrtá en los cielos, ¿quién lo rast1,oo? Y tus consejos, ¿quién los conociera, si tú no dieras sabiduría y envíaras id.re -lo ,alto tu santo E<,püitu? Que así enderezaroin las sendas de ilos terresta:es y aprendieron los hombres lo que i\Je es agradabre. Y por wa, sabiduría se salvaron» (14}. 2. Por la sabiduría, referir ,todo a Dios como primer principio de todas las cosas y como último fin de todo lo ,criado. De El ¡procede todo y a El debe rtend€r todo. R€ducirlo todo al que es orig,en, fu€nte y término de todo. 3. ;IDl don de sabiduría es para saborear y gus– tar de las ,cosas buenas y santas, de las v,erdade~ 11eligiosas; por tanto, que nuestros ,conodmien– tos sean af.e-otuosos, sabrosos, ll€nos rdJe unción r,erpletos de amor. Gustate et v'idete quoniam sua- (114i) Sap., ]X, 1~13.

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