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262 ci•encia. Por tanto, conviene que levantemos nuestras almas aiJ. dador de todo bien, a la fuente de aguas cristalinas y l'e.frigeradoras. Como Salomón pidió a Dios la sabiduría, pidamos tam– bién nosotros la verdadera sabiduría de los san– tos; roguemos para que abra los ojos de nues– tra a1ma y nos dé luz para que podamos obrar siempre por el honor de D:icos. Que nos dé ader– to para desempeñar con provecho ,la propia pro– fesión, los deberes del propio est3Jdo, ,1as comisio– nes y encargos de !los superiores y de los Prela– dos de la Iglesia, para que sepamos •oumplir debidamente nuestra misión en la Ig}esia y en la Orden. 2) Mirar sieimpl'e con ojos de fe las ,criaturas y los acontedlillentos providenciales, para con– templar en •ellas las divinas perf,ecciones y dispo– siciones. 3) Hacer al g ü n sacrificio, mortifica,ción o vencimiento por Dios, privándonos de algún gusto, de alguna mirada ,curiosa, de ailguna lectura deleitable, de algún bocado exquisito y de cuanto no es provechoso para la santifica,ción del alma. EPÍLOGO I. Naturaleza del don de ciencia.-C1aridad de la ciencia fUosófica, de la teológica, de la gratuita y de la gloriosa. La ciencia de los santos. II. Efectos benéficos del don de ciencia. III. Grados: 1.° Co-– nocimiento y despego de las criaturas; 2. 0 Modera– ción en el uso de Jas criaturas; 3. 0 Heroica renuncia de las criatur,as.-Medios para cultivarlo: P.ed !íTselo
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