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254 3.º En tercer lugar, se ¡lama la ciencia gratui– ta dencia de los santos, porque ttene emulación de toda santidaJd. Dice el Eclesül!stés: «La mucha sabiduría trae ,consigo muchas desazones, y quien acr,ec:ilenüa el (Saber, trumbiwi .a,crec~•enta el dolor ( 1 5). Sabiendo 1 el hombre sus defectos, tie– ne el dolor de ,compunción respecto de sí mismo ; el dolor de ,compasión respecto del prójimo; e,1 do}or de emu1'ación respecto del honor de Dios (6). El salmista canta: «Si,ervo tuyo soy yo; dame inteligencia para que comprenda tus precep– tos» (7). La ciencia gratuita ,enseña a saber y el modo de ,saber. De donde, sobre aquello del Após– tol: «Que si alguno se, imagina saber algo, todavía no ha entendido de qué manera 1'e conv,enga saber», füce S. Bernardo. «Ves que no aprueba el .Apóstol al que sabe muchas cosas, sino 1 el modo de saberrJas; mira que todo el fruto y utilida,d de la ciencia consiste ,en el modo de saber.. ¿Qué qui,ere decir •el modo de saberr? Saber con qué or– den, con ,qué apUca;eión; con qué fin iha de apr.en– der •Cada uno; ,con qué orden, para que prtrnero aprenda lo más maduro o adecuado para la salJ.vación; con qué dilligencia, parra ,que aprenda con más ardor lo que más l}eva al amor de Dios; con qué fin, para que no aprenda por vanagloria o curiosidad, sino para edificación suya y del prójimo. Hay quienes quieren saber sólo por sa– ber, y ,e,sto es torpe curiosidad. Hay quienes quie:- fü) Eccli., I, 18. (6) S. BUENAV., Op. cit., ;p, 496. ('{') Ps., ll.i8,l 1 2&.
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