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246 y le encargó que fuera a Florencia para aconsejar a Juan Bocado, autor del Decamerón, que cam– biara sus ,costumbres y modos de ,escribir licencio– sos. El buen religioso obedeció, se presentó a Bo– cacio y le dijo: El bienaventurado ,Pedro Petroni, monje cartujo, pa;ra ti desconocido, me encargó, ya moribundo, esta misión para ti: Cambia tus costumbres, deja de ,escribir cosas deshonestas y Ucenciosas. Piensa en ,e,1 mal que haces a tu pró– jimo, ,el abuso que haces del ingenio y de las cua– lida;ct·es que te ,concedió el Creador. 6Qué premios esperas de Dios, del cual te has ,declarado enemi– gos? Detesta tu torpe modo de escribir; si tú persistes en tus malas costumbnis, tendrás un fin desastroso y miserando. Bocacio, impr,esionado con la exhortación del monj,e, ,e,scribió a su amigo Petra.rea que había r,esuelto cambiar de yida y ocupar lo restante en la soledad y en el dolor. El piadoso Petrarca lloró también de conmoción. Le aconsejó la mode– ración, le ,exhortó a corrngir sus ,e,xtravíos, a cam– biar sus ,escritos licenciosos por otras produccio– nes literarias, ,conformes a las leyes de la honesitL dad. Estos consejos del monje ,cartujo y del poeta P,etrarca ,cambiaron al literato Boca,cio, ,el cual, mejorando sus costumbres, continuó a cultivar la lite:ratura honesta (8). ¡Cuántos ej,emplos s em e j a n t e s se po,d,rán añadir! (8) Clf. NICOLA D'ELIA, l. sette Doni dello Spirito Santo, 14'6-149, Roma, 1904.

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