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240 ·ber r,e.flexionado mucho no a,certamos a compren_ de-r -lo que será más prov•echoso ! Lo que ne-cesitamos es la prudencia que dirige las ac-ciones humanas y modera las vi-rtudes, marcando a ,cada una 1a oportunidad, ,el grado, el matiz y el justo medio. De ·este modo la pru– dencia viene a r,ea-lizar una armonía maravillosa en nuestra vida. Pero la vi,rtud no siempre basta, porque ti•ene un modo d:e obrar humano. Para la perfe-cción se :n,e-cesita el modo de obrar divino. La virtud de la prudencia se dirige por la razón iluminada por Ja fe; 1 el don de ,consejo se, maneja por -el Espí- · ritu Santo; por ,el Motor divino que lleva -el se– llo de fa perf,e,cción. Esa prudencia superior, esa prudencia divina, es e11 don del Espíritu Consola– dor. Este nos da luz para conoc,er lo que -es ne– cesario hace,r o ,evitar; ,cuándo .se ,debe hablar y cuándo callar; lo que es útil emprender o deja-r pasar; Jo que urge y lo que se puede dilatar. Y -este influjo del don de ,consejo se hace sentir principalmente en los casos arduos y ,en las cosas difíciles de la vida espiritual. Sin ,este precioso don, no siempre se podrán •evitar con pe•rf·ecdón la inconsideración, la precipitación, la teme,ri– dad, el miedo. Sin este don, fácilmente se intro– ducirán la prudencia de la carne, las astucias de •los -ene,migos, las Husiones de la vida, la soli– citud ,e,:imesiva de las cosas temporailes. Nos guia– remos más con -los ojos humanos que,,con 1os ojos divinos; más ,con la luz de la razón que con ,la luz de la f•e. El don de consejo regula ,la conduc-
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