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19 dio de María, así no.sotro.s wnemos que ir a Je– sús por medio de su Madr,e. Pero no es ésw el momento oportuno para considerar ,el influjo y las r,elaciones que tiene la Virgen Santísima en nuestra transformación en Jesús. Pebe tratarse en lugar aparte. Ahora nos coneretámo.s ,sólo a la obra del Es– píritu Santo. En nuestra santificación, la acción del Esiptritu Divt:10 no rd:ebe consird:erair.se ,como una obra secundaria y de poca monta; debe ocupar un lugar importante y fundamental. Es muy lamentab1e que ,entre los cristianos, y aun entre las almas que aspiran a una elevada perfección, no se ,consideren más las relaciones que esta tercera iP.srsona Divina tiene con la san– tidad, .su influjo y dirección en las ascensiones espirituales. ¡Cuánrta necesidad tenemos del Espíritu sian– to! ¿Qué podremos hacer .sin El? Sin El nada será posible ,en •el camino ct,e la salud y de la per- , fección ,evangélica. De El procede todo bien tem- pora: y eterno. Se nos presenta la disyuntiva: renunciar al ideal de la ;perfección o acudir con verdadera devoción al Espíritu Santo. Pidamos para •que venga E: ,del cieio, entr,e ,en nuestros corazones, ponga en ,ellos su morada y, como hizo con los Apóstoles en el Cenáculo y ha .seguido haciendo con los Santos, nos llene de su santo espíritu hasta transformarnos é1 Cristo. Para ser imágenes vivas de Jesús y repr,esen– tarle efectivamente, es. necesario copiarle con exactitud y fidelidad. Para eso e,s menester des-

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