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214 con nosotros, nos enseñó, tomó nuestras mise,rias, sufrió dolores, subió al patíbulo de 1 la cruz, re– sucitó de entre los muertos, envió a la tierra •el Espíritu Santo y nos colmó de gracias. S-an Pablo escribe a los Romanos: «¿De&precias tal v,ez, las riquezas de su bondad y de su paciencia y lon– ganimidad? ¿No reparas que la bondad de Dios te está lla:mando a la penitencia? Tú, al contra– río, ,con tu dureza y corazón impenitente, vas atesorando ira y más ira para el día de• la ven– ganza y de ;ra manif-estación del justo juicio de Dios» (4). 3. La tercera influencia original del don de piedaJd es la Iglesia. La Sancta Mater Ecclesta,, Esposa dilectísima del Espíritu Santo. Todos so– mos mi,embros de un mismo cuerpo místico, que es la Iglesia, cuya cabeza es Cristo. Nuestra Ma– dre solícita ,es ~a Iglesia que nos nutr:e con la sangre de Cristo, nos une con los vínculos de la caridad... Mirad si vuestra piedad es de hijo para con su madr:e, de hemnano para con su hermano, de un miembro para todos los demás del cuerpo... ¡ Oh ,cuán bmmo y -cuán dulce cosa ,es vivir los hermanos ,en mutua unión! Es como él perfume, que, derramado en la cabeza, va destilando por la resp-etable barba de Aarón (5). Primero está el perfume ,c1e la piedad en la cabeza, '1uego des– ciende a todas ias demás rpaTtes que se a}legan a la cabeza. Primero está la piedad -en los Prela- (1<11) Rom., 2, 4-5. (5) Ps., 132, 1-2.

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