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l1 Es preciso que al ,elemento divino de la santidad se· 1-e coloque en el lugar propio. J.,as v,er,d;ades dogmáücas deben servir de guía segura en todo eI edificio de nuestra santifica– ción. No dejars,e llevar de sentimentalismos mor– bosos, sino por la luz resplandeciente ct,e las verdades reveladas, explicsd 1 as por ,el magiste– rio de la Iglesia y de los Santos Padres. Las dos causas.-En la ob:'.'a de la santificación debemos distinguir dos clases de causas: hu.ma - · nas y divinas. a) El ·hombre ,en la obra de 1 su sal– vación y santificación no puede ser puramente pasivo, debe obrar libremente con Dios. De lo contrario no sería responsable ni ten.icirían mé– rito sus obras. Dios crió al hombre sin ,el ,concur– so de éste, pero no ,le santificará ni Salvará sin la cooperación que se exige de su naturaleza li– bre. b) Por otra parte, el hombre sin Dios no puede nada. Necesita siempre •en el orden natu– ral y sobrenatural la ayuda de Dios. Todo ser criado es siempre una participación finita del Ser Incr,eado. Dos causa,s que absolutamente tie– nen que intervenir, ca,da una en su orden, para producir los ef,ectos o realizar las obras libres. Dejando ahora ,el factor hu:'."nano, consideremos el factor divino. El Director Supremo.-Dios no obra sólo como autor de la naturaleza, sino también como autor de Ia :Revelación. Nos da la vida racional y la vida sobrenatural.
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