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133 vez, sobre el amor que siente úios hacia nU:estras almas: Como no a,certase a comprender cómo pudo el Salvador amarnos hasta sufrir tanto por sus miserables criaturas, aparecióse1e Nu,es– tro' $eñor al punto, y le dijo, mostrándole la hermosura y la gloria de un alma en estado de grac:a: «;M:ira si no valia la pena de vivir, de rnfrir y de morir por criatura tan bella». Si la grada santificante contiene tantas exce– lencías, si nos procura tantos bi<me·s para el t:.empo y para la eternidad, debemos amarla, es– timarla y cuidarla con todo ,empeño y esmero. ~I. CÓMO PODEMOS CONSERVARLA Es cierto que ninguno puede saber con certe– :a absoluta, a no ser por una revelación parti– :ular, si es digno de amor o de odio (146). Pero .na c,erteza moral, que baste para •tranquilizar 1 alma, ,s,e puect,e tener. Cuando la persona o tiene conciencia de haber perdido la inocen– .a bautismal; o, si la ha perdido por el pecado :ave, ha puesto las ,debidas diligencias para -repentirse y confesarse bien, puede persuadirse te está en gracia. '.;uando fuimos bautizados, el sacerdote puso :>re nuestra cabeza un velo blanco, símbolo la inocencia, y dijo estas palabras del Ritual: ecibe este vestido blanco, y vuélvelo sin man– a al tribunal de N. S. Jesucristo». ¿Has con- 4!6) Eccl., IX, l.
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