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misión que no sea darse por amor. Tiene que en– tregar hasta el último talento en tarea de ser– vicio. ¿Cesará con esta orientación dichosa la tur– bación del mal? No. Con toda seguridad. El sacerdote vive en continuo riesgo de romper el vaso frágil de arcilla que encierra tanto tesoro divino. Sigue sometido a la tentación -no sumiso al pecado, que es distinto- por el hecho de ser humano. Dios le ha destinado para la victoria contra todo lo que no es Dios o lucha contra la gracia. Ven– cerá innumerables veces en el estadio de la im– pureza, a la envidia, al odio. Pero... todo hom– bre es pequeño y tornadizo e inconstante. Todo hombre puede pecar, aun siendo elegido para sacerdote. Estoy de acuerdo. El sacerdote es un hom– bre como tú. Pero no lo digas con despecho. Dilo con ca– ridad, cuando tengas oportunidad de excusar sus pecados. Si te juzgas a ti mismo con tanta benignidad, ¿por qué reservas tanta dureza para el sacerdote? DISCO ROJO Si partimos del hecho de que son hombres no es extraño que tengan sus defectos y sus peca– dos. No. Los sacerdotes no son impecables. En este riesgo diario que es la vida pueden sucum– bir, bien por una ofuscación de la inteligencia, bien por un desorden voluptuoso de la voluntad. 6

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