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mente. Y el oífoio nuevo que se le da. Dentl'o de la unidad personal podemos delimitar con cierta precisión lo que hace el sacerdote 2orno simple hombre y corno sacerdote. En cuanto hombre, no l:ay que extrañarse de sus limitaciones. Pcrque no hay hombre, por dig– no y excelente que sea, que no tenga sus defectos humanos. A pesar de esto, el sacerdote es mi– nistro de Dios, representante ofic:al de Dios en la iglesia. Una consideración puramente externa nos lleva a distinguir estos dos aspectos en cual– quier cargo público. Individuo - Cargo. -Voy paseando por una calle céntrica de Vigo. Junto a las aceras, el semáforo me da el paso con su luz verde. De pronto, se apaga el piloto verde y nos hace sus guiños sanguinolentos el rojo. Peligro. Prohibición. El guardia de tráfico agita la mano y da un pitido. Conozco al guardia de tráfico. Es una ma– la persona. Sin embargo, en la calle, con un uniforme, es el defensor del orden. Y hay que obEdecerle aunque tenga la con– vicción ele que es mafa persona. La conduc– ta personal allí no tiene nada que ver. Nada. Como cristiano creo en el sacerdocio. 17
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