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co: se extrañan más del polvo ajeno quienes tie– nen su vida tirada en el fango, Pedir al sacerdote una santidad y Bjempla– ridad. de héroe puede resultar excesivo, como norma general. La heroicidad es, en todos los ambientes, una planta rara. Lo general es en– contrarnos con hombres corrientes, mediocres, incluso vulgares. ¡,Por qué excluir de esta ley humana al sacerdote? Conocéis la película «El Renegado». El argumento es una negación. Aún es po– sible el olvido de los compromisos sagrados, por– que el sacerdocio obliga a una tensión constan– te. Y el dBmasiado esfuerzo rompe las cuerdas del cuerpo y la unción del alma. Maurice Morand ha apostatado. .Pero al fin se entrega a la justicia y confiesa con valentía su calidad de católico y de sacer– dote. ¡,Para qué tanto aspaviento? ¿No admira– mos la vehemencia de Pedro a pesar de sus claudicaciones dolorosas? Jiménez-Arnau nos ha dado otra versión de la apostasía. <cEl canto del gallo» es una historia noveles– ca de la cobardía. El P. Muller se deja vencer por la cobardía. La cobardía le pone en situa– ciones desairadas. Ii'irma una cédula de aposta. sía. Y se deja llevar de la vida como un sonám– bulo. Hasta que viene el gallo cantor a despertarle Humillado quiere retirarse de su campo de acción. Pero· luego se entrega -como Pedro- al amor de Cristo. 11

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