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P. Calasanz SEÑOR, DAME BONDAD Andan por esos mundos hombres ineptos con ga. nas de complicar las cosas. Nos han disecado la bon– dad como si fuera un ave de labo,ratorio. Les temo a estos solemnes "anticuarios" que entienden de to– do menos de la vida palpita.nte y bulliciosa. Yo quie– ro ser bueno, no como lo entienden los filósofos aris– totélicos, sino como lo viven los niños. Prefiero que me llame bueno un niño a ser "diagnosticado" como bueno por la Real Academia. Dame un sentido intuitivo de la hondad. Que sea bueno como lo es una madre. Como mi ma;dre. Como es bueno el pastor que apacienta - sencillote - el r,ebaño en la cota. Como el cachorrillo que se lanza impetuoso a la ubre materna. Bueno, de un modo ele– mental, primitivo, sin af.eites. Eso sí, me disgusta;ría ser el tipo clásdco del "bue– nín" o del "bonachón". Que sea bueno con convic– ción pero sin buscar la "catalogación" del grupo de buenos al que pertenezco. Quisiera que mi bondad fuera una irradiación de la tuya, en la misma línea. Con la espontaneidad de quien puede convertir su vida en un "pasar haciendo el Bien". - 95 -

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