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P. Calasanz SEÑOR, DAME GRATITUD Soy porque Tú lo has querido. Pensaste en mí con amor y nací -,-flor y fruto de tu pensamiento-: Mi existencia es un desbordamiento de tu corazón. Gra– cias, Dios mío. Lo demás es un complemento de tu providencia. Ordenaste con sabiduría el "concurso" de las causas segundas. iPem la meta de mi vida estaba pref.ijada en tu pecho paterno. Tú me hiciste del fango de la tierra. Vine del polvo, con humildad lo recuerdo. Pero al quererme Tú, se animó el polvo. Soy polvo enamo– ra;do, terrenal campo para tus semillas, carne redi– mida. Me hiciste porque me amaste. Me escogiste porque tu amor hizo diana en mí. Y me sigues aman– do ya que cada día me conservas y me velas -Tú y el Angel- y me gobiernas. La ingratitud es un vicio muy humano. Es decir. muy corriente entre nosotros, los hombres. Ya sabes que curaste a diez leprosos y sólo uno volvió a darte las gra.cias. ¡Uno entre diez! Y era samaritano, Hoy pasa l.o mismo. Vuelven para darte gracias los "con– 'vei'. s.os ;', las mujeres arrepentidas, algún que otro pu– blicano. Pero los fariseos, los intrigantes, los "impe– cables'\ esos no tieneri nada que agradecer. Señor, yo quiero ser agradecido. Has derrochado millones de amor conmigo. Lo sé. Pero vengo a Tí para ponerme a tus órdenes. Que sea siempre leal a tu servicio en compensación de lo mucho que te debo. -91 -

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